Primer Certamen de Cuentos : Votaciones . "La metamorfosis cromática"
LA METAMORFOSIS CROMÁTICA
Se consideraba a sí mismo un Aleph, el punto en que convergen todos los puntos del
universo, sin embargo con el tiempo su visión se había vuelto monocromática, las
células fotorreceptoras sensibles al color de su retina estaban adormecidas, no
recordaba desde cuándo y no era un caso aislado, en la sociedad donde vivía muchas
personas estaban perdiendo la capacidad de observación, probable motivo de la
pérdida del cromatismo según los últimos estudios científicos.
Sus circunstancias empezaron a cambiar durante un viaje profesional a la India en
busca de las famosas canteras de Makrana donde se extrae el mármol blanco con el
que fue recubierto el Taj‐Mahal, un día paseando por las calles de Jaipur, llamada
"Ciudad Rosa" por el color rosáceo‐anaranjado de las fachadas de sus edificios,
vislumbró fugazmente ráfagas de colores después de muchos años viendo solo grises,
ya casi no recordaba el placer de ver la gama cromática completa, hacía tiempo que
sólo distinguía la forma de las cosas.
De vuelta a la ciudad donde vivía no dejaba de pensar en las experiencias adquiridas
durante su periplo por aquellas tierras exóticas, sucias y despiadadas, al mismo tiempo
llenas de luz y movimiento que contrastaba con la modernidad y monotonía que
imperaba en su civilización. Tampoco dejaba de pensar en las ráfagas rojas, amarillas y
azules, que durante segundos le dejaron paralizado y que todavía en ocasiones podía
vislumbrar cuando cerraba los ojos, cayó en la cuenta que eran sólo los colores
primarios.
Era primavera y por entonces dormía en el suelo sobre una colchoneta Thai intentando
aliviar los dolores ciáticos que le acosaban desde hacía tiempo agudizados por los
rigores del viaje recién terminado, las largas y tediosas horas de avión, el estrafalario
trayecto de más de 1.000 km en coche desde Mumbai a Nueva Delhi y el escaso
reposo nocivo en camas con muelles desnivelados y famélicos colchones habituales en
los hoteles de las alocadas carreteras.
Como hacía habitualmente se había despertado temprano y al intentar incorporarse
un dolor endiablado le paralizó la pierna izquierda, dejándole tumbado en posición
fetal. En ese estado estuvo luchando contra su sufrimiento hasta que su mujer, que ya
estaba al corriente, apareció para anunciarle la llegada de la ambulancia que le
trasladaría al hospital, después de suministrarle un calmante sólo recuerda
somnolientos pensamientos, grabados en su memoria, con crueles imágenes del
sufrimiento estoico de los parias hindúes y de las conversaciones que mantuvo
durante su viaje acerca del inamovible destino ¿está todo escrito?, se preguntaba.
En el hospital después de las pruebas oportunas y la visita del experto, virtuoso y
competente neurocirujano, una enfermera muy amable y labios carnosos rellenos de
silicona entró en la habitación donde estaba hospitalizado comunicándole la necesidad
de una urgente intervención quirúrgica de una estenosis y una hernia discal que habían
detectado en las resonancias magnéticas del día anterior.
Después de la sencilla operación desafortunadamente, como resultado de la misma,
sufrió una lesión medular que se manifestó al despertar lentamente de la anestesia y
comprobar con sorpresa al principio luego con ira y finalmente con resignación que
había perdido movilidad y sensibilidad de cintura para abajo.
Durante su prolongado periodo de internamiento y rehabilitación se dedicaba en
especial a su recuperación entreteniéndose con actividades con las que realmente
disfrutaba y que hacía tiempo no practicaba, lectura, pintura, meditación, observación,
conversación y sin percatarse se repetían cada vez con mayor frecuencia las fugaces
ráfagas de colores, esta vez ampliadas al color naranja del cielo en los atardeceres de
septiembre, el verde de los árboles sin que pudiera todavía distinguir las diferentes
tonalidades y el enigmático color violeta que transita entre lo visible y lo invisible, color
atribuido al Arcángel Zadquiel que ayuda a recobrar la tranquilidad emocional.
Cierto es que vivía momentos en los que la desesperación se atrincheraba en sus
entrañas entonces oía una voz a su espalda dándole los buenos días con inmensa
alegría, reconocía la voz, era Pedro una de las admirables personas con las que
convivía y que tanto le ayudaban obsequiándole con su amistad.
Poco a poco su visión fue recobrando los colores mediante la sosegada observación,
había perdido la capacidad de andar a cambio había dejado de ser el hombre inmaduro
y egocéntrico que era, había aprendido a experimentar lo que los demás sienten y
a reconocer la limitación de sus facultades, ahora su aspiración era vivir sus sueños
humildemente, contemplaba la vida con mayor claridad. ¿Está todo escrito?, se
preguntó.
universo, sin embargo con el tiempo su visión se había vuelto monocromática, las
células fotorreceptoras sensibles al color de su retina estaban adormecidas, no
recordaba desde cuándo y no era un caso aislado, en la sociedad donde vivía muchas
personas estaban perdiendo la capacidad de observación, probable motivo de la
pérdida del cromatismo según los últimos estudios científicos.
Sus circunstancias empezaron a cambiar durante un viaje profesional a la India en
busca de las famosas canteras de Makrana donde se extrae el mármol blanco con el
que fue recubierto el Taj‐Mahal, un día paseando por las calles de Jaipur, llamada
"Ciudad Rosa" por el color rosáceo‐anaranjado de las fachadas de sus edificios,
vislumbró fugazmente ráfagas de colores después de muchos años viendo solo grises,
ya casi no recordaba el placer de ver la gama cromática completa, hacía tiempo que
sólo distinguía la forma de las cosas.
De vuelta a la ciudad donde vivía no dejaba de pensar en las experiencias adquiridas
durante su periplo por aquellas tierras exóticas, sucias y despiadadas, al mismo tiempo
llenas de luz y movimiento que contrastaba con la modernidad y monotonía que
imperaba en su civilización. Tampoco dejaba de pensar en las ráfagas rojas, amarillas y
azules, que durante segundos le dejaron paralizado y que todavía en ocasiones podía
vislumbrar cuando cerraba los ojos, cayó en la cuenta que eran sólo los colores
primarios.
Era primavera y por entonces dormía en el suelo sobre una colchoneta Thai intentando
aliviar los dolores ciáticos que le acosaban desde hacía tiempo agudizados por los
rigores del viaje recién terminado, las largas y tediosas horas de avión, el estrafalario
trayecto de más de 1.000 km en coche desde Mumbai a Nueva Delhi y el escaso
reposo nocivo en camas con muelles desnivelados y famélicos colchones habituales en
los hoteles de las alocadas carreteras.
Como hacía habitualmente se había despertado temprano y al intentar incorporarse
un dolor endiablado le paralizó la pierna izquierda, dejándole tumbado en posición
fetal. En ese estado estuvo luchando contra su sufrimiento hasta que su mujer, que ya
estaba al corriente, apareció para anunciarle la llegada de la ambulancia que le
trasladaría al hospital, después de suministrarle un calmante sólo recuerda
somnolientos pensamientos, grabados en su memoria, con crueles imágenes del
sufrimiento estoico de los parias hindúes y de las conversaciones que mantuvo
durante su viaje acerca del inamovible destino ¿está todo escrito?, se preguntaba.
En el hospital después de las pruebas oportunas y la visita del experto, virtuoso y
competente neurocirujano, una enfermera muy amable y labios carnosos rellenos de
silicona entró en la habitación donde estaba hospitalizado comunicándole la necesidad
de una urgente intervención quirúrgica de una estenosis y una hernia discal que habían
detectado en las resonancias magnéticas del día anterior.
Después de la sencilla operación desafortunadamente, como resultado de la misma,
sufrió una lesión medular que se manifestó al despertar lentamente de la anestesia y
comprobar con sorpresa al principio luego con ira y finalmente con resignación que
había perdido movilidad y sensibilidad de cintura para abajo.
Durante su prolongado periodo de internamiento y rehabilitación se dedicaba en
especial a su recuperación entreteniéndose con actividades con las que realmente
disfrutaba y que hacía tiempo no practicaba, lectura, pintura, meditación, observación,
conversación y sin percatarse se repetían cada vez con mayor frecuencia las fugaces
ráfagas de colores, esta vez ampliadas al color naranja del cielo en los atardeceres de
septiembre, el verde de los árboles sin que pudiera todavía distinguir las diferentes
tonalidades y el enigmático color violeta que transita entre lo visible y lo invisible, color
atribuido al Arcángel Zadquiel que ayuda a recobrar la tranquilidad emocional.
Cierto es que vivía momentos en los que la desesperación se atrincheraba en sus
entrañas entonces oía una voz a su espalda dándole los buenos días con inmensa
alegría, reconocía la voz, era Pedro una de las admirables personas con las que
convivía y que tanto le ayudaban obsequiándole con su amistad.
Poco a poco su visión fue recobrando los colores mediante la sosegada observación,
había perdido la capacidad de andar a cambio había dejado de ser el hombre inmaduro
y egocéntrico que era, había aprendido a experimentar lo que los demás sienten y
a reconocer la limitación de sus facultades, ahora su aspiración era vivir sus sueños
humildemente, contemplaba la vida con mayor claridad. ¿Está todo escrito?, se
preguntó.
Jorge Rosillo
Oct/2013
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