Marcelino Ortega no puede andar y padece unos dolores permanentes tan fuertes que tiene que estar enchufado a una bomba de morfina. Sufre espasmos, se queda dormido y se puede quemar con la ceniza del pitillo. Tiene 38 años y, según su hermana Reyes, el Servicio Andaluz de Salud le ha dado por perdido. Vive con su madre. Su padre falleció de cáncer hace apenas un mes.
Su única esperanza es el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, pero no puede llegar allí. No le autorizan el traslado: «Me dicen que en el centro nacional no le van a hacer nada que no le puedan hacer en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla».
Estos hermanos sevillanos ya no saben a quién acudir para conseguirlo, de ahí que se pusieran en contacto con Carmen Flores, presidenta de la Asociación Defensora del Paciente.
Escribieron al Defensor del Pueblo andaluz y, gracias a su queja, le dieron cita de nuevo en el Virgen del Rocío, donde insistieron en que se olvidara de ir a pedir otra opinión a Toledo.
Carmen Flores sólo tiene buenas palabras para el Hospital Nacional de Parapléjicos. Allí trataron a su hijo, víctima de una negligencia médica, y de allí salió sin andar pero con el carné de conducir, mejor ánimo y sabiendo que se había hecho por él todo lo posible. Para muchos, Toledo es ese «todo lo posible» al que aspiran y que, ahora, sobre todo en la comunidad andaluza, se ha convertido en un sueño inalcanzable.
La Junta apenas desvía ya a pacientes.
Francisco Peña Mateos se ríe amargamente cuando escucha que los responsables del SAS dicen que la atención en Sevilla es similar a la de Toledo. «Cualquiera sabe que la atención que te dan en el centro nacional no tiene comparación con la del Virgen del Rocío», señala. Flores recuerda que cualquier español tiene derecho a que le traten en un centro nacional de referencia. Pero parece que los administrativos del Servicio Andaluz de Salud no lo tienen nada claro. Fran lleva 167.000 firmas en la plataforma Change.org para conseguir volver a Toledo, que le hagan allí las revisiones, como se las hicieron durante diez años después de un accidente de moto en 1997.
En 2007, un telegrama del SAS le dijo que ya no le seguirían viendo en aquel centro en el que «me miraban a los ojos y yo era Paquito». «La petición no ha servido de nada. Estoy un poco desilusionado con mi colectivo. Tenemos el culo pegado a la silla de ruedas, pero tenemos la cabeza para pensar y protestar», dice con sorna. Al menos ha constatado que, tras haber dado la cara, el trato rutinario en la sanidad andaluza es muy bueno: «Creo que deben poner en Google mi nombre».
En una de las primeras revisiones en Andalucía, en una prueba en la vejiga, algo salió mal, se infectó y, desde entonces, ha tenido que estar sondado. «En Toledo no me pasó nunca. Si lo que quieren es ahorrar, ¿cuánto lleva gastado el SAS en mí, en antibióticos, consultas, etc? En los diez años anteriores, no pisé un centro de salud».
Le ha escrito al Defensor del Pueblo, al Defensor del Pueblo Andaluz, al Ministerio de Sanidad, a la Consejería de Salud: «Nada, todo son evasivas». Este gaditano recuerda que el centro de Toledo está catalogado como Nacional, «entonces, ¿por qué se lo pasan por el forro?».
En los últimos 10 años, el porcentaje de ingresos se ha reducido en un 13%. La cifra comenzó a caer en 2009, ya en plena crisis. Según explica Fran, que se ha hecho todo un experto y sigue en contacto con personal en Toledo, hasta allí ya sólo mandan a los andaluces que precisan de respiración asistida.
O a los que tienen el accidente en Toledo. Le pasó a Joaquín, que ayer tenía la maleta preparada para subirse en una ambulancia del Servicio Andaluz de Salud que le llevaría a Sevilla, al Virgen del Rocío. Lleva dos meses y medio de rehabilitación.
A Toledo llegó después de una operación de columna en el hospital Virgen de la Salud. «Me caí de un cuarto piso, no recuerdo nada, sólo despertarme diez días después. Me reventé dos vértebras y el cirujano me dijo que tuve mucha suerte, porque era bastante abajo», cuenta mientras espera con su madre el traslado y dice a que lo suyo se le llama «síndrome de cola de caballo». «Me gustaría haberme quedado aquí más, tienen mucha experiencia porque ven muchos casos, pero me llamaron para decirme que la Junta de Andalucía no se hacía ya más cargo de mi estancia aquí, que me tenía que ir a Sevilla, donde me pueden tratar igual», dice, muy contento con los avances: ya es capaz de andar durante media hora y controla los esfínteres. No le dieron nada por escrito.
«Me fui a hablar con la dirección y me dijo que a ellos les gustaría que me pudiera quedar en Toledo, pero que así estaban las cosas, que a lo mejor, sólo como posibilidad, conseguía algo empadronándome», explica este sevillano que se había ido hasta allí a trabajar. «Me quedaría, pero como estoy mejor y no es plan, voy a ver qué tal resulta el Virgen del Rocío», añade.
En el hospital ha conocido a otros andaluces. Uno es de Almería y el otro es de Jaén, ambos tetrapléjicos: «Son provincias que están muy lejos de Sevilla. También me imagino que son enfermos que no aceptan el primer no como respuesta y que siguen peleando o que habrán podido hablar con quien hace falta», explica.
Enfermos consultados a los que se les ha negado el traslado se quejan de que los responsables de las unidades de rehabilitación que derivan a Sevilla nunca ponen por escrito las razones de por qué no se puede ir a Toledo. La casuística es variada en distintas comunidades, de ahí que la Asociación de Lesionados Medulares y Grandes Discapacitados Físicos (Aspaym) esté elaborando una encuesta sobre las dificultades que se encuentran en distintos puntos para acceder a los servicios de Toledo.
Trabas que pueden influir, por ejemplo, en que alguien pueda volver a andar. Es lo que le dijeron a la familia de un adolescente accidentado en Málaga. Toledo era la diferencia.
No pararon, hasta conseguir el traslado que les negaba el Servicio Andaluz de Salud. «Si no lo llego a conseguir, vía el seguro del coche, no sé lo que hubiera hecho en esa Consejería», dice el padre del niño, apenado, explica, por la situación de muchos que no saben de la existencia del Centro Nacional de Toledo. Su hijo empieza a mover una pierna.
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