Toni Arias llega a bordo de una especie de motocicleta para
discapacitados. Avanza a poco más de 5 kilómetros por hora y luce camisa
hawaiana, desabrochada hasta el ombligo. La vida ya es demasiado compleja como para vivir acomplejado.
Estamos frente al ayuntamiento, en pleno centro de Moncofa (6.000
habitantes). Este luchador de 59 años ha aceptado la propuesta de EL
MUNDO: intentar coger un tren en la estación de la localidad en la que
reside desde hace tres años y medio.
A decir verdad, no es la primera vez que lo intenta, pero nunca había quedado constancia gráfica de su odisea.
La
mañana promete. Mi Renault Clio 'gris casiopea' no está pensado para
cargar una motocicleta tan especial como la suya. La solución es que
Toni conduzca su vehículo hasta la estación... o hasta donde pueda: «Espero no quedarme sin batería».
Tomémonoslo con calma. Tanto cambio de planes merece un incentivo
previo: la mejor panadería de Moncofa nos viene de camino. Dicho y
hecho. Un par de cafés largos, una exquisita coca de verdura recién
hecha y un tímido piropo a espaldas de la dependienta -un cumplido
merecido, sin duda-.
Cumplimentadas las reflexiones obvias, Toni
comienza el relato de una historia que parece de ciencia ficción. «No va
el ascensor de la estación de Moncofa (desde que se inauguró hace 14
años nadie ha podido utilizarlo); por lo tanto, debo desplazarme con este cacharro o al norte hacia Nules o al sur hacia Xilxes, que sí que están adaptadas. Desde mi casa hasta una de estas estaciones me cuesta 50 minutos. En invierno es divertido: me paro a comer naranjas».
Se queja de que tampoco todos los trenes están adaptados. ¿Hacemos la prueba? Allí mismo saca su teléfono, llama a Atención al Cliente
y pregunta cuántos trenes adaptados van a parar en Nules durante la
mañana. La operadora, tras una larga espera, le da hasta dos opciones.
«Tampoco era para tanto, Toni», le digo. «Eso es por los artículos que
han ido saliendo en prensa esta semana», justifica.
Insiste en que el problema es Moncofa. Un ascensor que no funciona. Y se le comienzan a encharcar los ojos: «¿Sabes por qué lloro?
Porque no me había dado cuenta de esto hasta hace unas semanas. Acabo
de tener una nieta y no podía ir a verla a Valencia por mis propios
medios». Toni, que ha vivido 20 años en la República Checa, vive solo en
un apartamento en la playa de Moncofa y depende de amigos para todo lo
que no puede hacer con su inseparable motocicleta.
Nos hemos puesto sentimentales. Paguemos el café, guiñemos un ojo a la dependienta y vivamos aventuras. «Algún día, Mariola leerá todo esto y espero que se sienta orgulloso de su abuelo».
Toni
tarda alrededor de 20 minutos en llegar desde el centro del pueblo
hasta la pasarela con rampa que debe cruzar para continuar su camino
hasta la estación, ubicada a varios kilómetros, en medio de huertos y
fábricas. Por la carretera han ido esquivándole los coches: «Esto no sabes lo peligroso que es».
Aunque él está acostumbrado. Su camisa sigue alegre y desabrochada,
como desafiando a todo aquel que le dedica una mirada inquisidora.
Ya
entre naranjos, y tras superar la interminable rampa azul que cruza las
vías, aún le quedan otros diez minutos por caminos hasta llegar a la
estación. Una vez allí reflexiona: «De acuerdo, he subido una rampa, me
he tirado 30 minutos sobre la moto... Pero lo mejor es que llegó aquí,
pulso el botón para llamar al ascensor -la única manera de acceder al
andén- y no funciona». Hoy lo ha hecho a sabiendas. Pero imaginen el primer día que lo intentó.
-¿Lo intentamos por las escaleras? -bromeo.
- Sí. Nos tiramos de cabeza.
No se ha enfadado por la ironía. Menos mal.
Por cierto, una turista despistada que había bajado por error en Moncofa en el tren anterior nos mira y nos da la razón: «Esto ya no es una cuestión de discapacitados. Yo llevo tres maletas y las he tenido que cargar una a una por
las escaleras porque no va el ascensor». Una amiga ha venido a
rescatarla pero Toni no ha tenido esa suerte. Tiene que desandar el
tortuoso camino al que se ha enfrentado hace apenas una hora. Al menos,
aún tiene batería.
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